Todas las leyendas tiene un comienzo, un antes y un después en sus vidas. Por ejemplo Neil Armstrong tuvo su antes y después en 1969, justo después de pronunciar sus tan repetidas palabras “un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad” y posar sus pies sobre la superficie lunar. Para la historia quedará como el primer hombre que colonizó el satélite terráqueo.
El antes y después de Don Alfredo Di Stéfano llegó con la visita del Millonarios de Bogotá al Santiago Bernabéu (entonces conocido aún como estadio de Chamartín) para celebrar las Bodas de Oro del Real Madrid en 1952. En aquel encuentro amistoso fue donde se dio a conocer al mundo entero y donde empezó a dar sus primeros pasos para convertirse en el mejor futbolista de la historia. Santiago Bernabéu consiguió finalmente ponerle el escudo del Real Madrid en el pecho y el resto de la historia ya la sabéis.
Y aunque a algunos nos parezca muy lejano (algunos seréis tan jóvenes que incluso os preguntaréis si llegó a suceder), Raúl González Blanco también tuvo un inicio, un antes y un después.
Ese inicio tuvo lugar en La Romareda, el 29 de Octubre de 1994. En aquel entonces un desconocido chaval de la Colonia Marconi, hijo de padres obreros y sin ningún antecedente familiar que predijera lo que sus botas estaban a punto de regalar al mundo del fútbol, hizo su debut con el Real Madrid en competición oficial.
El chaval, con el 7 en la espalda y sin asustarle el peso del número que le había tocado llevar, cuajó un gran partido pero se quedó sin conseguir el premio del gol, que se le negó hasta en 3 ocasiones.
Le llovieron algunas críticas por esos clamorosos fallos, pero la semana siguiente todos los críticos desaparecieron y comenzaron a elogiar su juego, sus ganas y su garra.
El resto de la historia ya la conocéis muchos (sobre todo si eres seguidor habitual de mis letras). Diecisiete años después Raúl acumula un total de 940 encuentros oficiales entre Real Madrid, Selección Española de fútbol, las categorías inferiores de ambas instituciones y el Schalke 04.
En su palmarés encontramos 2 Botas de Bronce, 3 Ligas de Campeones, 3 Trofeos al Mejor Delantero de la Liga de Campeones, 6 Ligas, el record de Máximo Goleador Histórico de la Liga de Campeones y el de Máximo Goleador Madridista de la Historia en competición oficial entre otros muchos trofeos y records. Me faltarían muchas líneas para poner el palmarés completo de esta leyenda, que comenzó mirándose en el espejo de Don Alfredo Di Stéfano para terminar arrebatándole su puesto privilegiado en la historia del Madridismo.
El Hispano-Argentino fue el protagonista de la primera época dorada del Madridismo, pero el Madrileño ha sido el protagonista de la segunda, la que nos ha tocado vivir a los jóvenes que hoy todavía intentamos entender el significado del Real Madrid.
Y digo intentamos porque creo que para entenderlo se necesita una vida entera, como la de Don Alfredo, que con 85 años todavía luce su madridismo allá donde va el Real Madrid.
Yo cuento mis años de aficionado al fútbol a la vez que cuento los años de carrera de Raúl. Con él comenzó mi aventura, así que supongo que aún soy joven para comprender el significado verdadero de lo que es el Real Madrid, pero eso no quita que comprendiera hace mucho tiempo como se debe vestir la camiseta blanca.
Raúl me lo enseñó hace ya muchos años. Siempre con la cabeza bien alta, orgullosos de vestir los colores bancos por los valores que representan dentro del mundo del fútbol, pero sobre todo siempre con la ambición de ganar, ganar y volver a ganar. Porque así es Raúl, no se detiene hasta que consigue su objetivo. Estuvo 16 años persiguiendo la Copa hasta que la ganó en Mayo con el Schalke, y hubiera estado otros 16 si hubiera hecho falta, no lo dudéis.
Dijo una vez Diego Armando Maradona que “la única razón por la que se arrepentía de no haber nacido antes es porque se perdió el ver jugar a Don Alfredo (Di Stéfano)”.
Comparto ese lamento con él del argentino, pero a mis hijos si les podré contar que ese hombre que hizo tan grande el ‘7’ en el Santiago Bernabéu lo vi debutar, lo vi jugar y lo vi convertirse en el mito que hoy es. Y lo vi como un niño mira a su ídolo crecer, porque eso éramos ambos, un niño que veía cada el partido del Real Madrid con la misma ilusión que el primer día, y un ídolo que siempre vistió la blanca con la misma ilusión que el día que la se la puso por primera vez en La Romareda. Esto, creedme, es algo que no tiene precio.
Gracias por estos maravillosos 17 años Campeón.